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La semana pasada se ha celebrado en los países de religión católica la Semana Santa. Y hay un día muy especial, Jueves Santo, donde se lleva a cabo la ceremonia de Bendición de los Santos Óleos. Por supuesto son Aceites de Oliva Virgen Extra y quiero trasladaros el rito que se lleva a cabo en todas las diócesis del mundo y en especial por parte del Papa, en este caso Francisco, en Roma.
Un elemento sagrado, con una trascendencia espiritual muy grande y que es, a la vez, un gran desconocido.

La Misa que se celebra el Jueves Santo va acompañada de la consagración de los Santos Óleos, un rito anual que requiere siempre el ministerio del obispo como consagrante. Desde hace muchos años esta ceremonia se lleva a cabo el Jueves Santo por la mañana. Se llama «Misa Crismal».

En dicha misa se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Haberla fijado en este día no se debe al hecho de que el Jueves Santo sea el día de la institución de la eucaristía, sino sobre todo a una razón práctica: poder disponer de los santos óleos, sobre todo del óleo de los catecúmenos y del Santo Crisma, para la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana durante la Vigilia Pascual.

La palabra crisma proviene del latín chrisma, que significa unción. Así se llama ahora al aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra en esta misa. Con esos óleos serán ungidos los nuevos bautizados y se signará a los que reciben el sacramento de la Confirmación. También son ungidos los obispos y los sacerdotes en el día de su ordenación sacramental.

La liturgia cristiana ha aceptado el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con el óleo de la consagración los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa «el ungido del Señor».

Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados llevan los óleos, o, en su defecto, algunos presbíteros y ministros, o bien los mismos fieles que presentan el pan, el vino y el agua, se dirigen ordenadamente a la sacristía o al lugar donde se han dejado preparados los óleos y las otras ofrendas. Al volver al altar, lo hacen de este modo: en primer lugar, el ministro que lleva el recipiente con los aromas, si es que el obispo quiere hacer él mismo la mezcla del crisma; después, otro ministro con la vasija del óleo de los catecúmenos; seguidamente, otro con la vasija del óleo de los enfermos. El óleo para el crisma es llevado en último lugar por un diácono o un presbítero. A ellos les siguen los ministros que llevan el pan, el vino y el agua para la celebración eucarística.

Al avanzar la procesión por la iglesia, se canta el himno «O Redémptor».

Fuente de la información Diócesis de Cordoba

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